Lo siento, pero no puedo venderlos

Iba a empezar este texto, porque llamarlo reflexión o ni mucho menos artículo sería de una pretensión inaceptable, sobre por qué escribo un blog, pero como no viene a cuento y además lo hago porque me sale de las criadillas, vamos a saco con la frase del título.


Lo siento, pero no puedo venderlos, es superior a mí", no fue exactamente así como lo escribí en el Whatsapp, pero era la intención, tanto cuando se lo tecleé a Juan Diego, a la par gran coleccionista, como cuando lo tecleé en el grupo Only 1:24, a la par foro, grupo de Facebook (Coches Escala 1:24) y grupo de Whatsapp (eso no lo puedo enlazar, obviamente), además panda de gente de la que, a priori y sin conocerla mucho, diría que son un equipazo lleno de buen rollo y mejor arte por no hablar de apasionados por el mundo del automóvil.

Para entender esa frase, en su contexto, tendrías que ser coleccionista, pongamos que de monedas o de recuerdos, de libros o de ilusiones, de juguetes o de frases, de lo que fuera, pero de algo. Cada sueño o cada viejo sello que hay en tu archivo tiene una historia sobre cómo aspiraste a adquirir tal tesoro, lo que hiciste, lo vericuetos que anduviste, los negocios que urdiste y/o las personas que conociste (la mejor parte).

Esa vieja jarra de cerveza no es sólo un trozo de porcelana con asa metálica, es un viaje al rastro acompañado por tu media naranja, es un café en una esquina y observar al vendedor de la de enfrente, es el susto y la alegría al detectar entre la montaña de chatarra algo que no alcanzas a creer, son los pasos mientras te acercas intentando contener el corazón para que el regateo no vaya en contra tuya y es ese momento cuando la pieza pasa a tus manos.

Coleccionar, como ya re-escribí en este mismo blog, no es ajuntar cosas. Coleccionar es una aventura que aúna un sentido estético y depurado de cacería muy a la inglesa con ciertas ganas por saber cómo funciona el mundo a través de un ínfimo retazo de su historia más un mucho de alfileres ilusionados encontrados en pajares de desilusión.

Así que cómo le iba a vender ese Aston Martin DBR9 de las 24 Horas de LeMans y el BMZ Z4 M de la FIA GT, ambos de Motorama (un sueño italiano de venir a ser en un futuro incierto que no llegó lo que fue en un pasado glorioso la mítica BBurago). Ambos fueron encontrados, abandonados en una estantería a ras de suelo, en una tienda que ya hoy no existe, la única dedicada al coleccionismo que quedaba en la isla (que aún sobrevive dedicándose al comercio online de modelismo de radiocontrol), a un precio que fue duro de regatear (¡espero que no cerrara por eso!) y comprado como regalo pour moi. Imposible. Esos dos y otros tantos (bueno, quizás no muchos porque el 70% de mi colección proviene allende los mares) llevan incorporado ese recuerdo de idas y venidas, de charlas y más charlas y tantas otras charlas sobre el mundo del hobby.

Y todo eso me vino a la mente cuando después de ordenar una parte de la vitrina pensé, “debería de vender algo, no tengo espacio, los de competición que no son mi fuerte”, a lo que a continuación le siguió un acto reflejo de abrir esa otra parte de las estanterías y decidido sacar unas cuantas fotos. Pero ya en ese instante empecé a arrepentirme. Al punto que la cosa terminó como yo empezaba el primero... no... el segundo párrafo de este... texto.

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